El dolor en la parte delantera de la rodilla es una queja común tanto en personas activas como en quienes llevan una vida más sedentaria. A menudo, este tipo de molestia se relaciona con la tendinitis rotuliana, una lesión que afecta a uno de los tendones clave para la movilidad de la pierna.
No se trata de un problema exclusivo de deportistas, esta patología puede aparecer por múltiples motivos y, si no se trata adecuadamente, puede volverse persistente y limitante.
Si quieres saber más sobre esta condición, lee nuestro post y lo entenderás mejor.
¿Qué es el tendón rotuliano y por qué es clave para tu movilidad?
Los tendones son estructuras fibrosas muy resistentes que conectan los músculos con los huesos, permitiendo que el movimiento generado por el músculo se transmita a la articulación. En otras palabras, actúan como cables de tracción: cuando un músculo se contrae, el tendón tira del hueso para ejecutar el movimiento. Además de transmitir fuerza, los tendones ayudan a estabilizar las articulaciones durante la actividad.
En el caso de la rodilla, uno de los tendones más importantes es el tendón rotuliano, también conocido como tendón patelar. Puedes localizarlo fácilmente: si estás sentado con la rodilla flexionada a 90 grados, pon los dedos justo debajo de la rótula y estira la pierna con fuerza; esa estructura firme que se tensa bajo tus dedos es el tendón rotuliano.
Este tendón participa de forma activa en movimientos tan cotidianos como caminar, subir escaleras, correr, saltar o ponerse de pie. Es especialmente importante en actividades que implican extensión de la rodilla contra resistencia, como levantarse desde una silla o realizar sentadillas.

Principales causas de la tendinitis rotuliana (y cómo prevenirlas)
La tendinitis rotuliana suele aparecer cuando el tendón se ve sometido a una carga superior a la que está preparado para soportar. Esto puede deberse a movimientos repetitivos, como saltos, carreras o entrenamientos intensos sin una preparación adecuada, o a aumentos bruscos de actividad física sin tiempo de adaptación.
También puede originarse por desequilibrios musculares, falta de movilidad en la cadera o el tobillo, o por un control motor deficiente que haga que el tendón reciba más estrés del necesario. Con el tiempo, esta sobrecarga mantenida genera pequeñas lesiones en el tejido que, si no se gestionan bien, pueden convertirse en un problema crónico.

Síntomas más frecuentes: cómo saber si tienes tendinitis rotuliana
El principal síntoma de la tendinitis rotuliana es el dolor en la parte frontal de la rodilla, justo por debajo de la rótula. Esta molestia se localiza sobre el trayecto del tendón rotuliano, y suele notarse al presionar esa zona o al realizar actividades que impliquen carga sobre la articulación.
En las fases iniciales, es frecuente que el dolor aparezca al comenzar la actividad física o al levantarse por la mañana, pero que desaparezca a lo largo del día o una vez que el cuerpo “entra en calor”. Este patrón es una primera señal de alerta. Si el malestar persiste durante más de dos semanas lo recomendable es acudir a un fisioterapeuta o profesional sanitario antes de que evolucione a fases más complejas.
Con el paso del tiempo y sin una intervención adecuada, el dolor puede volverse más constante y limitar cada vez más las actividades cotidianas. En fases más avanzadas, incluso puede aparecer en reposo o durante la noche, indicando que el tendón está sometido a un proceso inflamatorio o degenerativo más serio.
En los casos crónicos, la estructura del tendón puede sufrir cambios degenerativos, perdiendo su capacidad de respuesta a la carga, volviéndose más rígido o engrosado, y en ocasiones desarrollando calcificaciones en su interior. Estos cambios pueden dificultar la recuperación si no se actúa a tiempo.
Diagnóstico de la tendinitis de rodilla: cómo se detecta
El diagnóstico de la tendinitis rotuliana comienza con una anamnesis detallada, en la que el profesional recopila información sobre el inicio del dolor, los factores que lo agravan o alivian, el tipo de actividad que realiza la persona y la evolución de los síntomas.
A continuación, se realiza una valoración funcional, que incluye la palpación del tendón (donde suele reproducirse el dolor), la observación del movimiento y la ejecución de test específicos, como saltos, sentadillas o contracciones resistidas del cuádriceps.
Por último, la ecografía musculoesquelética es una herramienta muy útil para este diagnóstico, ya que permite evaluar en tiempo real el estado del tendón.
Es importante destacar que puede existir dolor sin que haya cambios visibles en la estructura del tendón, así como alteraciones ecográficas (como degeneración o engrosamiento) que no necesariamente provocan síntomas. Por eso, el diagnóstico siempre debe basarse en el conjunto de hallazgos clínicos y no solo en la imagen.

Tratamiento de la tendinitis rotuliana: cómo eliminar el dolor y recuperar tu rodilla
El tratamiento de la tendinitis rotuliana debe comenzar por lo más importante: la gestión adecuada de las cargas.
Es fundamental ajustar la actividad física y diseñar un plan de ejercicios personalizado que tenga en cuenta el nivel de dolor, el estado del tendón y las capacidades del paciente. La puesta en carga progresiva es el estímulo más eficaz para que el tendón recupere su estructura y función, siempre respetando los tiempos de adaptación.
Paralelamente, para el control de los síntomas y acelerar el proceso de recuperación, se pueden emplear técnicas complementarias como:
- Terapia manual: para reducir el tono muscular excesivo y mejorar la movilidad.
- Sistema Superinductivo: Utiliza campos electromagnéticos de alta intensidad para reducir el dolor y estimular la recuperación del tejido tendinoso.
- Neuromodulación percutánea: Actúa directamente sobre el sistema nervioso periférico para modular la señal de dolor y facilitar una respuesta motora más eficiente.
- INDIBA® (radiofrecuencia): Favorece la regeneración del tendón al aumentar el metabolismo celular y mejorar la vascularización de los tejidos profundos.
- Electrólisis percutánea intratisular (EPI), que estimula la regeneración del tendón en casos más avanzados.
Combinando el trabajo activo con estas herramientas de fisioterapia, se crea el entorno óptimo para que el tendón se repare de forma efectiva y el paciente recupere su funcionalidad sin recaídas.
La tendinitis rotuliana es una lesión común pero tratable si se aborda de forma adecuada. Escuchar las señales del cuerpo, ajustar las cargas y seguir un plan de ejercicio personalizado son claves para la recuperación. Con el apoyo de técnicas de fisioterapia que controlan los síntomas y favorecen la regeneración, es posible volver a la actividad sin dolor. Actuar a tiempo y con criterio marca la diferencia entre cronificar el problema o resolverlo con éxito.
En Manuel Cuenca Fisioterapia estamos a tu disposición para ayudarte si padeces una tendinitis rotuliana.



